"A los que no murieron en Orletti, los devolvimos "
El vuelo Nº 511 aterrizó en el aeropuerto internacional de Montevideo la madrugada del 5 de octubre de 1976. No era cualquier vuelo, era un C-47 de la Fuerza Aérea Uruguaya (FAU) que venía de “El Palomar”, una base militar aérea en la provincia de Buenos Aires. El avión estacionó junto al hangar de la Brigada Aérea Nº 1. Unas catorce o dieciséis personas encapuchadas descendieron de la nave, según un testigo. Fueron trasladados con rumbo desconocido en camiones del ejército uruguayo.
El vuelo Nº 511 aterrizó en el aeropuerto internacional de Montevideo la madrugada del 5 de octubre de 1976. No era cualquier vuelo, era un C-47 de la Fuerza Aérea Uruguaya (FAU) que venía de “El Palomar”, una base militar aérea en la provincia de Buenos Aires. El avión estacionó junto al hangar de la Brigada Aérea Nº 1. Unas catorce o dieciséis personas encapuchadas descendieron de la nave, según un testigo. Fueron trasladados con rumbo desconocido en camiones del ejército uruguayo.
El vuelo del 5 de octubre se realizó después del llamado ‘primer vuelo’ del 24 de julio de 1976 en el que veinticuatro uruguayos -integrantes del Partido por la Victoria del Pueblo (PVP)- fueron llevados en contra de su voluntad de Argentina a Uruguay. El primer vuelo clandestino dejó rastros y se ha podido reconstruir el final de esos jóvenes secuestrados que permanecieron ilegalmente detenidos por más de cuatro meses en la sede del Servicio de Información de Defensa (SID) en Montevideo.
El destino de los pasajeros del segundo vuelo clandestino es desconocido. Se cree que un pacto de silencio e impunidad lo rodea. ¿Quiénes eran los pasajeros que bajaron del avión esa madrugada? ¿Dónde estuvieron detenidos en Uruguay? ¿Por cuánto tiempo? ¿Dónde están sus cuerpos? Muchas de estas preguntas siguen sin respuesta casi 40 años después los hechos.
Museo de la Memoria, Montevideo. Foto: Francesca Lessa
Represión uruguaya en calles porteñas
El PVP se fundó en julio de 1975 en Buenos Aires por exiliados políticos uruguayos que vivían en la Argentina después de haber huido de la persecución en su país natal. El objetivo del PVP era la oposición a la dictadura uruguaya. Por esa razón, Uruguay -gracias a la coordinación represiva del Plan Cóndor- persiguió duramente a los integrantes del PVP en Buenos Aires. En pocos meses, todos sus líderes y muchos de sus integrantes fueron secuestrados, torturados y varios de ellos siguen desaparecidos hasta el día de hoy.
En una primera oleada represiva entre marzo y julio de 1976, se registraron dos asesinatos, siete desapariciones forzadas y veintisiete personas detenidas ilegalmente. Un total de treinta y seis víctimas que incluía a un bebé de apenas veinte días de vida, Simón, que recuperó su identidad en 2002. Veinticuatro de estos jóvenes militantes fueron llevados clandestinamente a Uruguay en el primer vuelo y sobrevivieron para relatar sus padecimientos.
Según una medio uruguayo, se recibió una extraña llamada a mediados de septiembre de 1976 en una oficina del Comando del Ejército [en Uruguay] . Una persona quería contactarse con quienes habían detenido a los militantes del PVP en Buenos Aires. El que llamaba era también un militante clandestino del PVP: "Carlos Goessens, alias el Karateka, quien estaba dispuesto a entregar al grupo de sus compañeros que no habían sido capturados en Argentina".
Los agentes uruguayos se trasladaron de nuevo a Buenos Aires. En una operación conjunta agentes uruguayos y argentinos secuestraron a nuevos integrantes del PVP. Entre el 23 de septiembre y el 4 de octubre, fueron detenidas treinta y cinco personas: veinte continúan desaparecidas, dos fueron asesinadas - eran líderes del PVP, de los cuales uno fue identificado por el Equipo Argentino de Antropología Forense en 2012-, trece sobrevivieron de los cuales ocho eran menores de edad. Casi todos ellos fueron detenidos e interrogados en Automotores Orletti en Buenos Aires y luego trasladados a Uruguay.
La punta del ovillo
El 2 de septiembre de 2002 el periodista Roger Rodríguez denunció por primera vez en las páginas del periódico uruguayo La República la existencia del segundo vuelo. Su artículo mencionaba al mayor José Pedro Malaquín (comandante en jefe de la Fuerzas Aéreas Uruguayas en 2002) piloto del vuelo, al mayor Walter Pintos, copiloto, y al tripulante capitán Daniel Muñoz. El periodista consiguió la información de un ex represor argentino que unos meses antes había colaborado en la recuperación de Simón Riquelo. La fuente dijo que “de Uruguay a los argentinos nos han cobrado todo y mucho ha salido a la luz. Pero que no nos adjudiquen esas desapariciones. A los que no murieron en Orletti, nosotros los devolvimos”.
En agosto de 2005, la Fuerza Aérea Uruguaya admitió públicamente la existencia de ambos vuelos. Un informe oficial presentado al entonces Presidente de la República Tabaré Vázquez decía que esas “operaciones áreas fueron ordenadas por el Comando General de la Fuerza Aérea, a solicitud del Servicio de Información de Defensa y coordinadas por ese servicio”. José Gavazzo y Manuel Cordero –este último imputado en la causa Plan Cóndor en Buenos Aires- fueron agentes claves en la represión en Buenos Aires.
Los pasajeros del segundo vuelo estuvieron detenidos en “300 Carlos” -un galpón del Servicio de Material y Armamento (SMA) junto al Batallón de Infantería Mecanizada Nº 13 en Montevideo-, según testificó en 2006 un suboficial del ejército que cumplió funciones en ese centro clandestino.
Interior del SID. Foto: Mirtha Guianze
Les decían “los del ómnibus" porque fueron trasladados desde la Brigada Aérea Nº 1 a 300 Carlos en el micro del SMA. La misma fuente militar dijo que estos detenidos fueron sacados del centro clandestino en grupos de cuatro o cinco, dentro de una camioneta blanca tipo “combi” (marca “Pingo” o “Pony”); luego no se supo más sobre su destino. Los arqueólogos forenses uruguayos siguen buscando la llamada ‘tumba del ómnibus’: una fosa común en la que estarían los pasajeros de este segundo vuelo.
Otros vuelos
Además de los vuelos clandestinos, doce secuestrados del PVP viajaron a Uruguay en vuelos comerciales -en su mayoría de Pluna, la aerolínea uruguaya.
Beatriz Castellonese con sus dos hijos y María Elena Laguna con sus tres hijos -ambas esposas de militantes del PVP- tuvieron que viajar el 27/9 con los militares uruguayos José Niño Gavazzo y Ricardo Arab, quienes con documentos falsos se hicieron pasar por sus esposos para trasladarlas a Montevideo.
Beatriz Barboza y Javier Peralta fueron traídos a Montevideo en otro vuelo el día 30/9, Álvaro Nores Montedónico viajó el 5/10, el mismo día en que se hacía el segundo vuelo clandestino. Finalmente, los niños Anatole y Victoria Julien viajaron posiblemente el 17/10. Un ex detenido de Orletti me relató el año pasado que, al momento de su liberación el 7 de octubre, ya no quedaba nadie del grupo de los uruguayos en el centro.
Lo que falta
Poco sabemos del destino de los pasajeros del segundo vuelo. Un testigo vio entre catorce y dieciséis personas descender del avión en Montevideo.
De los veinte desaparecidos por la segunda oleada represiva, la esposa de otro líder del PVP ha declarado que éste se encontraba en muy mal estado físico por la tortura; o sea, es improbable que haya viajado a Uruguay. Quedarían así diecinueve uruguayos en Orletti que podrían haber sido los pasajeros del segundo vuelo. Los números son bastante parecidos a los “catorce o dieciséis” vistos bajar del vuelo por un testigo.
A casi 40 años de estos crímenes, el rompecabezas del segundo vuelo todavía no se puede armar. Sabemos que los uruguayos detenidos en Argentina eran rutinariamente llevados a Uruguay en aviones comerciales o clandestinos y que éste era el patrón ya desde abril de 1974. Se ha descartado la hipótesis de que fuesen vuelos de la muerte como los de Argentina, aunque no todos están convencidos.
Entre septiembre y octubre 1976, hubo por lo menos cinco vuelos con los que se repatriaron forzadamente alrededor de treinta personas a Uruguay. Trece sobrevivieron. Faltan los pasajeros del segundo vuelo clandestino. El estado uruguayo admitió públicamente el segundo vuelo y su existencia fue confirmada también por los tribunales uruguayos. Ahora el gobierno de Uruguay tiene la obligación de brindar respuestas a los familiares de las víctimas y la sociedad entera.