Una primera tanda de testimonios al inicio del mes de octubre. María Bernabella Herrera Sanguinetti, funcionaria de ACNUR en Santiago de Chile en 1976, y Daniel Gatti Casal del Rey, hijo de Gerardo Gatti.
El testimonio de Herrera se centró en la información que llegó a su conocimiento, como funcionaria de ACNUR, de la situación en general en Argentina y de algunos casos específicos relacionados a Orletti. Explicó que supo de muchos casos de refugiados que habían huido a Argentina y, luego del golpe de estado en nuestro país, desaparecieron. Mencionó que muchos refugiados en Argentina se alojaban en hoteles y pensiones que tenían convenios a tal efecto, y que a menudo había allanamientos allí, “la gente vivía con temor”. También refirió que hubo allanamientos en la Comisión Católica que colaboraba con ACNUR.
Posteriormente, la testigo se explayó con respecto al caso de Anatole y Victoria Julien Grisonas. Explicó que llegó a su conocimiento un artículo publicado en el diario “El Mercurio” de Valparaíso, que mencionaba la aparición de dos niños en una plaza y que “él decía llamarse Anatole”. Herrera contó que los chicos, después de estar en Orletti y cuatro meses en el SID, fueron dejados en la plaza mencionada, el 22 de diciembre de 1976. El artículo también narraba “que habían sido llevados por una tal tía Mónica”. Cuando fueron encontrados solos, los llevaron a un orfanato para niños de la calle y luego fueron puestos bajo el cuidado de un matrimonio que no tenía relación alguna con la represión.
Tres años más tarde, en 1979, Herrera recibió una carta del director de un organismo francés que también trabajaba con refugiados y migrantes, relatando que cabía la posibilidad de que los niños fueran uruguayos. Luego de diversas gestiones para averiguar quién era la posible abuela y obtener mayor información sobre los niños, reunieron una comitiva que viajó a Valparaíso. Al llegar, fueron al colegio donde asistía el niño y, luego de entrevistarse con el rector, lograron concertar una reunión de la abuela con el padre adoptivo: “salieron los dos con los ojos rojos, con la emoción de lo que acababa de oír este señor, padre de los niños, y la abuela que comprobaba que eran sus nietos, que los había estado buscando durante tres años, que había hecho cuanto recorrido posible había”. Esa misma tarde fueron a ver a los niños y, a partir de allí, comenzaron a frecuentarse, estableciendo un régimen de visitas, tanto en Chile como en Uruguay. Finalmente, la abuela falleció, pero Anatole y Victoria conocieron su historia y la de sus padres.
A su turno declaró Gatti, quien contó la historia de su padre, Gerardo, militante sindical, así como las circunstancias por las que transitó su familia. Explicó que su padre se mudó a Buenos Aires en 1973, tras ser requerido por las autoridades uruguayas. Entre 1974 y 1975 toda la familia se trasladó al país, pero no vivían en el mismo lugar que su padre, aunque lo veían con frecuencia, siempre en lugares públicos. El testigo relató que después del golpe de estado en Argentina, los contactos se volvieron más esporádicos y en lugares más resguardados. Recordó: “nunca fui a la casa de mi padre”. Finalmente, el 9 junio de 1976, un mes después del asesinato de Michelini y Gutiérrez Ruiz, Gerardo fue detenido. Dos días después, algunos compañeros de militancia lo confirmaron cuando fueron a la casa de Gerardo y contestó el timbre otra persona que no dijo la contraseña adecuada.
Gatti siguió contando que al poco tiempo la familia se dividió en casas distintas “por motivos de seguridad, para evitar caídas, para evitar represión sobre la familia también” y, en agosto de 1976, se exiliaron en Francia. Sin embargo, su hermana Adriana prefirió quedarse y siguió viviendo en Buenos Aires hasta que, en abril de 1977 desapareció. Por sus compañeros de militancia se enteraron que la habían matado en un operativo. Tenía 17 años y 7 meses de embarazo. Mucho tiempo después el cuerpo fue encontrado y llevado a España para su entierro.
Al llegar a París se pudieron enterar de algunos detalles de la negociación por su padre, sobre la que ya habían tomado cierto conocimiento en Argentina, a través de otros militantes del PVP. Concretamente, les dijeron “que se estaba pidiendo dos millones de dólares por la liberación”, “que había un negociador que habían secuestrado, a su vez, para hacer contacto entre el partido de mi padre y los secuestradores”. A mediados de agosto de 1976, esa persona, Washington Pérez, llegó a Suecia y entró en contacto con Gatti y su familia. Finalmente se pudieron reunir y Pérez les contó con mayor precisión cómo había sido la negociación y la situación en la que sacaron una fotografía para probar que Gerardo seguía vivo, así como el “estado bastante calamitoso” en el que estaba. Pérez también le mencionó que luego decidieron “cambiar de caso” y le presentaron a León Duarte, quien le dijo “borrate, es una banda de criminales, de asesinos”, luego de lo cual logró escapar a Europa.
Gatti también explicó que por los testimonios de sobrevivientes de Orletti, entre ellos Acilú Maceiro y Enrique Rodríguez Larreta, se sabe que su padre estuvo allí hasta fines de julio.
Por otra parte, el testigo también relató las gestiones hechas por su abuela, María Elena Antuña de Gatti. Ella presentó hábeas corpus en Argentina y en Uruguay, en junio y julio de 1976. Además, en agosto, él y su familia hicieron la denuncia ante la Comisión Derechos Humanos de la ONU, así como en instituciones españolas e italianas, sin obtener resultados.
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