Después de 23 años de residencia en España, Carla Rutila Artes regresó por unos días a Buenos Aires para contar a la justicia las atrocidades que sufrió de parte de quien fue su padre adoptivo, acusado por delitos de lesa humanidad cometidos al calor del Plan Cóndor de las dictaduras suramericanas.
Se trata de la primera nieta que recuperó su identidad gracias a las Abuelas de Plaza de Mayo, en cuya sede Rutila Artes consideró hoy haber logrado una "reparación muy importante" con su testimonio en un juicio por crímenes cometidos en una cárcel clandestina de la dictadura argentina.
Dijo que no abandonó su "mirada fija" sobre el acusado Eduardo Ruffo, quien se apropió ilegalmente de ella durante la represión desatada por el régimen militar (1976-1983).
"Se me ha quitado una mochila de encima al poderme enfrentar a (el ex espía de inteligencia) Ruffo. Él era incapaz de mirarme a la cara", señaló Carla, de 35 años, quien denunció haber sido abusada sexualmente por su padre adoptivo y apropiador desde que tenía 3 años.
"Hasta los 10 años viví con ellos y un hermano. Afloran muy frecuentemente los malos tratos físicos y psicológicos, así como los abusos sexuales. Mi apropiadora era menos severa pero fue una partícipe necesaria" de la adopción ilegal, recordó en una rueda de prensa la mujer, que reside en Madrid junto a su abuela, Matilde Artes Company, y sus tres hijos.
Rutila Artes también contó que en varias ocasiones sus padres adoptivos le cambiaban el aspecto para que nadie advirtiera que en realidad era la pequeña de la foto que su abuela materna había comenzado a divulgar de la mano de una campaña de la asociación humanitaria para hallar a niños robados a sus padres desaparecidos.
"Una vez vi una publicidad de mi abuela con mi foto. Le pregunté a Ruffo que hacía esa señora con la foto y él, además de darme una paliza, me dijo que era una vieja bruja que quería sacarme la sangre", relató.
Ruffo, miembro de la organización terrorista de ultraderecha Alianza Anticomunista Argentina (AAA), más conocida como la "Triple A", es uno de los cinco acusados en el juicio por delitos de lesa humanidad cometidos en el centro clandestino de detención "Automotores Orletti" durante la dictadura argentina.
Esta cárcel clandestina funcionó en 1976 en el barrio porteño de Floresta bajo la fachada de un taller mecánico en el marco del Plan Cóndor, como se conoció a la represión coordinada que ejercieron las dictaduras del Cono Sur hace más de 30 años, y se calcula que por allí pasaron unos 200 secuestrados, en su mayoría uruguayos.
Durante su testimonio judicial, realizado el pasado viernes ante el Tribunal Oral Federal uno, Carla Rutila Artes identificó a Ruffo y al ex agente civil de inteligencia del Ejército Raúl Guglielminetti, quien también actuó en "Automotores Orletti".
Además, identificó a otros miembros de la "Triple A" que, entre 1983 y 1985, participaban de "grandes asados" mientras su apropiador permanecía prófugo de la justicia por los crímenes cometidos en la dictadura.
También relató los vejámenes a los que fue sometida hasta agosto de 1985, cuando dejó de llamarse Gina Ruffo para recuperar su verdadera identidad en un reencuentro "mágico" con su abuela en el que corrió a acurrucarse "en sus brazos".
Según Rutila Artes, el tribunal cuenta, además, con un documento sobre "la conexión represiva argentina-boliviana" en el marco del Plan Cóndor.
Es que Carla, nacida el 28 de junio de 1975, y su madre, Graciela Rutila Artes, fueron trasladadas en agosto 1976 desde Bolivia, donde vivieron durante un tiempo, a Argentina, donde fueron llevadas por las autoridades militares a "Automotores Orletti".
El padre de Carla, el uruguayo Enrique Luca López, militante de MNL-Tupamaros, fue asesinado en la ciudad boliviana de Cochabamba poco después, en septiembre de 1976.
"En la casa en la que vivía vi a varias personas como Guglielminetti. También arsenal de armas, muchísimo dinero y cosas robadas de algunos operativos", relató Carla, una de las testigos del juicio, al igual que Macarena Gelman, nieta del poeta Juan Gelman.
Pese al "temor" de su abuela por los riesgos que pudiera correr su nieta en la tierra donde asesinaron a su hija, Carla llegó a Buenos Aires bajo la protección del programa oficial de testigos.
"Espero que este barco llegue a buen puerto y haya una condena dura", se esperanza la muchacha.
Se trata de la primera nieta que recuperó su identidad gracias a las Abuelas de Plaza de Mayo, en cuya sede Rutila Artes consideró hoy haber logrado una "reparación muy importante" con su testimonio en un juicio por crímenes cometidos en una cárcel clandestina de la dictadura argentina.
Dijo que no abandonó su "mirada fija" sobre el acusado Eduardo Ruffo, quien se apropió ilegalmente de ella durante la represión desatada por el régimen militar (1976-1983).
"Se me ha quitado una mochila de encima al poderme enfrentar a (el ex espía de inteligencia) Ruffo. Él era incapaz de mirarme a la cara", señaló Carla, de 35 años, quien denunció haber sido abusada sexualmente por su padre adoptivo y apropiador desde que tenía 3 años.
"Hasta los 10 años viví con ellos y un hermano. Afloran muy frecuentemente los malos tratos físicos y psicológicos, así como los abusos sexuales. Mi apropiadora era menos severa pero fue una partícipe necesaria" de la adopción ilegal, recordó en una rueda de prensa la mujer, que reside en Madrid junto a su abuela, Matilde Artes Company, y sus tres hijos.
Rutila Artes también contó que en varias ocasiones sus padres adoptivos le cambiaban el aspecto para que nadie advirtiera que en realidad era la pequeña de la foto que su abuela materna había comenzado a divulgar de la mano de una campaña de la asociación humanitaria para hallar a niños robados a sus padres desaparecidos.
"Una vez vi una publicidad de mi abuela con mi foto. Le pregunté a Ruffo que hacía esa señora con la foto y él, además de darme una paliza, me dijo que era una vieja bruja que quería sacarme la sangre", relató.
Ruffo, miembro de la organización terrorista de ultraderecha Alianza Anticomunista Argentina (AAA), más conocida como la "Triple A", es uno de los cinco acusados en el juicio por delitos de lesa humanidad cometidos en el centro clandestino de detención "Automotores Orletti" durante la dictadura argentina.
Esta cárcel clandestina funcionó en 1976 en el barrio porteño de Floresta bajo la fachada de un taller mecánico en el marco del Plan Cóndor, como se conoció a la represión coordinada que ejercieron las dictaduras del Cono Sur hace más de 30 años, y se calcula que por allí pasaron unos 200 secuestrados, en su mayoría uruguayos.
Durante su testimonio judicial, realizado el pasado viernes ante el Tribunal Oral Federal uno, Carla Rutila Artes identificó a Ruffo y al ex agente civil de inteligencia del Ejército Raúl Guglielminetti, quien también actuó en "Automotores Orletti".
Además, identificó a otros miembros de la "Triple A" que, entre 1983 y 1985, participaban de "grandes asados" mientras su apropiador permanecía prófugo de la justicia por los crímenes cometidos en la dictadura.
También relató los vejámenes a los que fue sometida hasta agosto de 1985, cuando dejó de llamarse Gina Ruffo para recuperar su verdadera identidad en un reencuentro "mágico" con su abuela en el que corrió a acurrucarse "en sus brazos".
Según Rutila Artes, el tribunal cuenta, además, con un documento sobre "la conexión represiva argentina-boliviana" en el marco del Plan Cóndor.
Es que Carla, nacida el 28 de junio de 1975, y su madre, Graciela Rutila Artes, fueron trasladadas en agosto 1976 desde Bolivia, donde vivieron durante un tiempo, a Argentina, donde fueron llevadas por las autoridades militares a "Automotores Orletti".
El padre de Carla, el uruguayo Enrique Luca López, militante de MNL-Tupamaros, fue asesinado en la ciudad boliviana de Cochabamba poco después, en septiembre de 1976.
"En la casa en la que vivía vi a varias personas como Guglielminetti. También arsenal de armas, muchísimo dinero y cosas robadas de algunos operativos", relató Carla, una de las testigos del juicio, al igual que Macarena Gelman, nieta del poeta Juan Gelman.
Pese al "temor" de su abuela por los riesgos que pudiera correr su nieta en la tierra donde asesinaron a su hija, Carla llegó a Buenos Aires bajo la protección del programa oficial de testigos.
"Espero que este barco llegue a buen puerto y haya una condena dura", se esperanza la muchacha.
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