martes, 7 de diciembre de 2010

Siguen declarando testigos

Ernesto Salvo Sánchez relató que su hermana, Ana María Salvo, junto a Alicia Cadenas, fueron secuestradas de su departamento en Buenos Aires, en julio de 1976. Él no estaba allí, pero cuando se dio cuenta que Ana María no había concurrido al trabajo y que no se había comunicado con la familia, se dieron cuenta de lo que había sucedido. Refirió también que junto a sus compañeros de militancia en el Partido para la Victoria del Pueblo tenían miedo de que hubiera otra redada en el marco de la operación, por lo que nunca más volvió a su domicilio.

También recordó las circunstancias vividas posteriormente y los motivos por los que se exilió. Explicó que su madre viajó desde Uruguay a Argentina y gestionó ante el ACNUR que le otorgaran estatus de refugiado, lo que le permitió viajar a Austria en septiembre del mismo año. Su madre, además, realizó gestiones para encontrar a Ana María, incluso visitando cementerios y yendo a lugares donde se sabía de la aparición de cuerpos sin identificar.

Ernesto contó que a fines de 1976 su hermana apareció viva en Uruguay, aunque luego permaneció detenida varios años más.

Asimismo declararon Laura Anzalone y José Félix Díaz, quienes fueron secuestrados la noche del 13 de julio de 1976 y permanecieron en cautiverio en Orletti y en distintos locales de Uruguay. Al momento del secuestro estaban con su sobrino, Ernesto, de casi dos años; el grupo de militares argentinos y uruguayos que irrumpió en su domicilio se los quitó, diciéndoles que lo iban a entregar a su familia. En realidad, Ernesto fue entregado a una comisaría y luego a un hospital de la zona, y la madre de Laura tuvo que hacer numerosas gestiones para poder recuperarlo.

Camino a Orletti, tanto Laura como Félix recordaron que sus secuestradores se comunicaron por radio y que escucharon el ruido de una cortina metálica cuando arribaron. Luego Laura explicó que estuvieron tirados en el piso de una sala grande donde había otros autos y rememoró que varias veces los encendían, intentando tapar los gritos cuando torturaban a alguien. Félix dijo que con el mismo fin ponían música a volumen muy alto. Cuando llevaron a Laura al primer piso, uno de los militares uruguayos se identificó como Manuel Cordero, le dijo que “no le importaba porque no tenía información” y la golpeó. Félix también contó que cuando lo llevaron arriba para ser torturado le dijeron que lo iban a “mandar con San Pedro” y refirió que Orletti en general “era parecido al infierno de Dante, era presión permanente, amenazas continuas”. Entre los represores argentinos, Laura recordó los sobrenombres “jovato”, “pájaro” y “zapato”.

Una vez en Uruguay, estuvieron detenidos en una casa en Punta Gorda y luego en la sede del SID, en Boulevard Artigas y Palmar, donde permanecieron hasta diciembre del mismo año. Allí, Laura vio a una mujer embarazada que luego supo que era María Claudia Irureta Goyena, quien dio a luz mientras estaba en cautiverio. También vio niños que luego reconoció como Anatole y Victoria Julien.